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Un día normal

Publicado en por Claud

Todo empezó aquella mañana. Una mañana en la que el sudor recorría mi frente y mi respiración estaba agitada como un tornado en el medio de un bosque. Intenté levantarme de mi cama apoyando mis dos manos sobre la mullida almohada. Conseguí erguirme durante unos segundos, pero mi cabeza daba vueltas y mientras se me volvían a cerrar los ojos y parecía que todo se paraba durante un instante.

Escuchaba una voz, bastante aguda, que musitaba mi nombre. La escuchaba muy sombría, lejana, pero a la vez era cálida. Mis manos se aferraron a la sábana dorada que rodeaba mi cuerpo. Mis ojos intentaban abrirse guiándose por aquella melodiosa sinfonía hecha por cuerdas vocales. Cuando conseguí volver en mí, aún rendida sobre la cama conseguí observar una silueta de una mujer. Era mi madre. Me levanté rápidamente hacia ella pero, tal y como hice un solo gesto, la silueta se desvaneció entre mis manos, como si se tratase de una sombra que jugaba tenebrosamente a un juego psicológico.

Caí de rodillas sobre el suelo, presa de la agonía que me carcomía y de la salud la cual no era demasiado fuerte. Como pude fui desplazándome por los pasillos de la casa hasta llegar a la cocina, con tanta luz como siempre. Sabía que esa mañana tenía que ir a trabajar pero Annie atacaba de nuevo. Sí, Annie es el nombre que le doy a mi problema con la ansiedad. Me eché agua en la cara y me senté en una de las cuatro sillas que rodeaban la mesa del comedor. Sobre ella había un plato con dos tostadas y un vaso lleno de café frío. No probé nada. No tenía hambre, no tenía sueño, pero sí sentía algo dentro de mi parecido a lo segundo pero a la vez muy distinto.

Acaricié la madera de la mesa, siguiendo algunas de las muescas que tenía, me traían tantos recuerdos.

-Vamos, solo es una mesa...- Pensé.

No era solo una mesa, al menos en aquel momento, era el símbolo de un recuerdo, de una familia, de algo que no podría volver. Pero en el momento en el que tu mente se ciega y piensas, a la vez que no lo haces, no te das cuenta de todo lo que tu subconsciente está procesando en ese momento.

Conseguí despertarme de mi trance. De nuevo me volví a sentir cansada, con la respiración agitada y con dificultad para moverme. Definitivamente, todo lo que había en mi vida en aquel momento era pura agonía y todo lo que había dado había sido destruido haciendo que me quedase completamente vacía.

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