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No había luz, no había música, no había ruido

Publicado en por Claud

No había luz, no había música, no había ruido. Su respiración era totalmente imperceptible y débil, pero sus ojos no se cerraban. Parecía un cadáver, un cadáver con capacidad de moverse y acurrucarse apoyado en la pared jugando con la oscuridad. Movía sus dedos sin ver nada, como si de ellos saliesen pequeñas luces de cálidos colores que le acariciaban el torso de la mano. Seguía con las piernas encogidas y con la mejilla ligeramente posada contra la pared. Estaba congelada. Pero a ella no le importaba en aquellos momentos sentir algo de frío en su rostro.

Al fin se rompió el silencio mientras se escuchaba el sonido de una puerta abrirse. No porque estuviese oxidada; sino porque era el único ruido, aunque leve, que se podía escuchar en aquel lugar. El sonido era un poco lejano, pero pronto comenzaron a escucharse pasos que se dirigían hacia su posición. La chica ni se inmutó, no movió ni un solo músculo. Seguía moviendo sus dedos mirando hacia algún punto donde se supone que estos estaban.

Los pasos pararon a su lado, había alguien cerca de ella. Pero la muchacha no hacía nada, no veía nada, pero sí notó un tenue golpe en la pared seguido de una pequeña vibración. Al parecer aquella persona que se encontraba tan cerca de ella se había apoyado en la pared y había deslizado su espalda por esta hasta quedarse sentada al lado de la muchacha.

-Comprendo cómo debes sentirte.- Dijo una voz masculina. Era su hermano.- Pero tienes que seguir adelante y no puedes quedarte aquí como una tonta haciéndote la autista. Sé que perder tu vista en el accidente te ha hecho llorar más de una noche, ¿te crees que no te escucho?- suspira- Sé que es duro, y comprendo que no quieras hablarme ya que… ha sido culpa mía. No sabes cuánto siento lo que ocurrió. Si hubiese reaccionado mejor a aquel coche conducido por un… malnacido… podría haberte ahorrado todo esto. Lo siento.

La muchacha se giró rápidamente llorando para abrazar a su hermano, pero él se desvaneció en un segundo.

Se despertó de un brinco, llevaba teniendo sueños como este durante meses y la universidad se le hacía cada día más complicada por la falta de sueño. Apoyó sus pies sobre el frío suelo y fue a la cocina. Como siempre, cogió un vaso para echar el café; como siempre, estaba todo oscuro y, como siempre, él no estaba allí. Ni lo volvería a estar. No había luz, no había música, no había ruido.

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