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Publicado en por Claud

Muchas veces, cuando piensas que tu corazón está agarrotado, que todo a tu alrededor se derrumba y solo quieres echar a correr puede que esa no sea la mejor opción. Sólo párate a pensar por un momento:

Echas a correr sin mirar atrás, con las lágrimas en los ojos que se van cayendo por la mejilla. Poco a poco vas acelerando tus pasos más y más y las lágrimas empiezan a revolotear tras de ti y a desvanecerse en el aire. A la vez que esas pequeñas gotas de agua provenientes de tus ojos se van quedando atrás tu familia también. Amigos, conocidos, todo tipo de seres queridos, incluso tu animal de compañía nota tu ausencia.

A la vez que tú estás pensando que estás haciendo lo correcto, que todos están mejor con tu ausencia y que cualquier persona sería feliz sin conocerte; ellos están preguntándose por qué no estás allí, ¿es que han echo algo malo? No, pero eso es lo que están pensando en su cabeza, culpándose a ellos mismos mientras tú te sientes solo y triste, totalmente ageno al mundo real.

Te sientas sobre la arena de la playa esa noche, miras al horizonte escuchando el ruido de las olas golpeando la orilla, y te imaginas a tu familia y amigos, totalmente felices. Total, tu simple existencia les perturbaría en unos momentos placenteros. En realidad estarían colgando carteles preocupados de que no vuelvas nunca, con la esperanza de que algún día puedas aparcer de nuevo en sus vidas y no perderte nunca más.

Después de varios días perdido, no sabes a donde ir, tienes hambre, sueño y sientes tu cuerpo totalmente cansado y dolorido. Decides volver a casa para poder recuperarte, te entran las dudas de cómo te mirarán, qué pensarán al verte, si te dirán algo malsonante o cualquier excusa para dar media vuelta e irte por la puerta.

Entre suspiros agitados llegas y timbras. Estás lleno de barro, arena y totalmente mojado por la lluvia de ese día. Te abre tu madre con la mirada baja, pálida y ojerosa, parece que no ha dormido. Sin mirarte aún te pregunta qué deseas, si es importante y si puede ayudarte en algo. Sube la mirada lentamente y ve tu cara un poco más delgada. Al principio no se lo cree pero te coge la mano y se le llenan los ojos de lágrimas, de pronto te abraza como núnca lo ha hecho, un abrazo tan cálido a pesar de que ella estuviese tan fría.

Llama a los demás de la casa diciendo tu nombre, que ya estás aquí y que estás bien, que no te ha pasado nada y que has conseguido volver a casa. Se escuchan pasos acelerados y estruendos por varas partes de la casa, aparecen tus demás seres queridos: tus abuelos, tu padre, tus tíos...

Todos se habían reunido en tu casa durante todos aquellos días en los que tú no estabas. Te besan, te abrazan, te acarician la mejilla y sonríen. Aquella preocupación, aquellos días tan tristes habían pasado, ya estás en casa, y todos están felices por tu vuelta. Las peleas en las comidas familiares cesaron. Tóda la familia estaba unida y tú, por una vez, te sentías uno de ellos.

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