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Una mañana en soledad

Publicado en por Claud

Se sentó en el borde de la cama, somnolienta. Bostezando estiró los brazos hacia adelante. Dentro de la casa se escuchó un sonido galopante que retumbaba en cada esquina. Era una linda cachorrilla de labrador negro que venía a darle los buenos días. Ella sonrió y le acarició la cabeza, le cogió en brazos y fue con la cría hasta la cocina. Una vez allí cogió el bol que estaba apoyado en el suelo, echando agua y comida en los respectivos lugares.

-Aquí tienes pequeña, disfruta.- Dijo a la cachorrilla que a su vez jadeaba y movía enérgicamente su pequeño rabo.

Rain cogió de uno de los estantes una taza de color rojo con un dibujo de un pato conduciendo. La observó y rió un poco. En ella vertió un poco de leche y dos cucharadas de café, todo lentamente y con mucho cuidado. Removió la mezcla y se dio cuenta de que la leche estaba demasiado fría para que el café se pudiera disolver, así que tiró el líquido por el fregadero y volvió a echar leche en el recipiente. La calentó en el microondas y mientras esperaba se sentó con los brazos cruzados, apoyados sobre la mesa y tapando su nariz mientras observaba cómo Krush, su mascota, devoraba el pienso que tenía por desayuno.

Poco a poco se le iban cerrando los ojos hasta que cayó en un ligero sueño. Le comenzaron a venir recuerdos a la cabeza, recuerdos en todas partes y de cualquier año. Comenzó a apretar sus brazos con las manos dejando una tenue marca hasta que de pronto sonó el timbre que indicaba que ya había terminado el tiempo del microondas. Con la mirada vacía hizo la rutina de todos los días: sacó la taza, cogió el café, echó dos cucharadas y removió la mezcla.

Volvió a la mesa y posó la taza sobre el mantel rojo, observando las figuras que hacía la espuma al dar vueltas en la taza. Posó la cuchara en sus labios y notó el calor, aún no podía tomar el café, normalmente se lo tomaría en dos tragos para no llegar tarde al trabajo pero ese día no, no le importaba tardar un poco más. Krush terminó de comer, de hacer ruido y, como era habitual, fue a tumbarse. Pero esta vez no lo hizo en su cama, sino debajo de la silla donde se encontraba su dueña a la que le era totalmente fiel.

Rain no notó el cambio, ni siquiera se dio cuenta de que hace unos segundos su mascota estaba haciendo un ruido mínimamente molesto. Seguía inmersa en su mundo, no escuchaba nada y el tiempo no existía en su interior.

Dentro de ella misma unas palabras le carcomían y debatía furiosa con ella misma a pesar de no demostrarlo al exterior. Desde fuera solo se veía indiferencia y seriedad: ''¡No lo soy!¡ Y si crees que lo soy te demostraré de lo que soy capaz!'' Esas frases perduraban en su memoria aún. Recordaba su adolescencia en la que siempre era la pequeña para todo y no podía hacer nada, todo eran impedimentos.

Hacía todo lo que pudiera por demostrar que ella podía hacer lo que se plantease y poder hacerlo con la mente fría. Llegó a discutir con su propia madre y a abandonar su casa durante años, a pesar de seguir manteniendo el contacto

Nunca volvió.

Cuando llegó nadie le abrió, no escuchó el alboroto que solía haber en aquella casa ni el ruido de la televisión encendida porque alguien se había quedado dormido. Nada. Había estado estudiando duro hasta tener un trabajo, y cuando lo obtuvo volvió para dar la buena noticia. Decidió hacer una llamada a su tía preguntando por si alguien estaba en casa.

Entonces llegó el momento.

Rain corrió lo más rápido que pudo hacia el hospital, respirando muy rápido y con una fuerza pasmosa. Se le deshizo la coleta, se le cayó una pulsera, se saltó dos semáforos en el que uno casi le atropellan y se le rompió un tacón. Al fin llegó. Rápidamente subió las escaleras del edificio hasta llegar a la habitación 229. Allí, su madre estaba con los ojos cerrados y un tubo conectando una bombona a su nariz. No había nadie con ella y Rain se había cruzado con el doctor mientras él salía.

Rain posó la mano sobre la de su madre suavemente. Le acarició el pelo ya con algunas canas. Ella abrió los ojos y la miró con impresión aunque después esbozó una sonrisa. La joven sonrió también con los ojos entrecerrados conteniendo las lágrimas en sus ojos vidriosos.

-Hola mamá. - Dijo con la voz casi quebrada. -Hola mi niña. ¿Qué tal todo? -Bien, he encontrado un trabajo...- en la última palabra su voz aumentó de tono. Se mordió el labio inferior, intentando calmarse. -Perdóname ma...

-Shh... calla, no digas nada, escúchame. Perdóname tú, no supe ver que ya eras una mujer. Siempre me ha costado que tú, la niña más pequeña de la familia te hicieses mayor. Para mi siempre fuiste, eres y serás mi niña hermosa.

Rain hizo de tripas corazón y contuvo todas las lágrimas, pero no se le olvidó dedicarle un te quiero. Rain se llevó las manos a la cara casi derramando el café por accidente. Las lágrimas caían como puñales sobre sus piernas y krush se sentó apoyando su hocico sobre la rodilla de su ama.

-¿Por qué fui tan idiota? Le quería tanto y ahora lo único que me queda es soledad y un montón de recuerdos dolorosos.

Su madre no tenía una edad demasiado elevada pero tenía un problema respiratorio grave. Rain le acompañó hasta el fin de sus días. Y el día en el que sonó el pitido de la máquina que le despertó como el microondas ese mismo día hizo que se sobresaltase. Había llegado el fin de los días de la persona que más había querido en el mundo. Volvió a acariciarle la cabeza y susurró un te quiero imperceptible. Decía susurrando hablando consigo misma: ''tanto tiempo reprimiendo todo eso para estallar ahora.'' Miró el reloj, llegaba tarde, se secó los ojos con las mangas, cogió su maletín y fue andando a paso ligero hacia la oficina. Por el camino había demasiadas obras, lo que no era extraño ya que siempre lo estaba. De pronto, una de los aparatos que sostenía un amasijo de rocas , comenzó a ceder delante de un paso de cebra, donde se encontraba una pareja de ancianos. Rain rápidamente soltó el maletín y los empujó hacia la esquina de la calle.

Las rocas le cayeron encima como las lágrimas habían caído aquella mañana. El último ápice de vida de su cuerpo fue el suficiente para decirse una frase a si misma:

- Ya estoy contigo... Mamá.

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